domingo, 1 de febrero de 2015

El edén del infierno: Acto 1-Capitulo 16



16-Despertar el infierno
 
U
nos días pasaron, Jean no esperaba que la situación se calmara, pero aun así ver impotente como empeoraba a cada momento la estresaba a sobremanera. Nolen le dijo sobre los informes que circulaban entre la sociedad demoniaca: dentro de los demonios desaparecidos en aquel plazo, figuraban miembros de la guardia cadena, también le habló sobre Bakom y sus patéticos intentos por calmar al aterrado público, jurando que todo estaba bajo control, sin importar cuan mentira fuera.
Jean también había estado ocupada esa semana, habían familiares y parásitos pululando en los rincones más oscuros y algunos no tan oscuros de la ciudad. Lo único rescatable de la situación es que los bolsillos de la pseudodemonia estaban excepcionalmente llenos por la caza extra. Trixi había tenido mucho con que practicar y al parecer su confianza había aumentado, Jean esperaba poder dejarla sola dentro de poco, ya le llegaba la hora, casi cumplía 18 años y se supone que a esa edad todo pseudodemonio debería ser un cazador completamente formado. Hasta que no fuera de caza por su cuenta, Trixi no sería una cazadora consumada.
No solo los demonios tenían de que preocuparse, el número de humanos muertos encontrados subía dramáticamente. Jean consiguió que los policías le mostraran algunos cuerpos y parecían haber sido tratados del mismo modo que el cuerpo que había visto tiempo atrás en las noticias: descuartizados, mutilados y parcialmente devorados. En cada uno encontraba las mismas características que el cadáver descubierto por Bakom, la noche que Jean tuvo que llevar a Kent en su auto: las marcas como de pentagrama maldito en la espalda, lo último más o menos intacto que quedaba del difunto.
Jean no sabía si los cadáveres de los que hablaban en las noticias tenían ese dibujo sanguinolento en la espalda; pero estaba casi totalmente segura de que era así, simplemente la policía no hacía referencia a ello, puede que por miedo a esparcir más pánico en el aire, o porque no tenían idea de lo que pudiera significar. Pero si su intención era no crear más pánico, de nada servía de todas formas, una cosa era segura, quienes estuvieran matando gente no pretendían mantener sus actividades en secreto, de hecho, parecía que quisieran que todos lo supieran. Su intención era asustar.


Jessica buscaba un refresco en el congelador, se estaban agotando, pronto deberían ir de compras, pero dudaba que fuera una experiencia amena e incluso útil, cuando había pánico, las masas tendían a llevarse todo de los mercados, causando escases y hasta guerras por los productos. La mujer suspiró y tomo un par de latas rojas, a continuación se dirigió a la sala.
En el sofá familiar reposaba medio consiente su gemela. Jennifer permanecía de lado y con los ojos cerrados, mientras apresaba cómodamente a Titus entre sus delgados brazos. Jessie se acercó y pegó una de las latas frías en la mejilla expuesta de su hermana, ella movió el entrecejo y abrió apenas perceptiblemente sus verdosos ojos. Lo primero que vio fue a Jessica y la lata, naturalmente Jane comprendió el mensaje y con pereza se dispuso a tomar asiento y dejar lugar a la otra mujer. Titus despertó, se liberó de la semidemonia y procuró recostarse en una esquina del sofá para no estorbar.
-Gracias-expresó ella recibiendo la lata de refresco, Jessica entonces tomo asiento a su lado-¿Teddy está bien?
-sí, llegó a salvo y finalmente su padre dejo de llamar como un maniaco-respondió ella un poco fastidiada mientras abría la lata de refresco.
 El padre del semidemonio le había llamado insistiendo que regresara temprano y pasara el menor tiempo posible en la calle, cosa rara, ya que generalmente el chico Amstrong andaba a sus anchas por donde gustara. A los ojos de los Goldman, la llamada del progenitor parecía como si estuviera dándole toque de queda a un mal portado hijo adolescente, cosa que a su edad, Ion no era.
Jennifer soltó un resoplido y tomo un trago.
-no sé cuál es su drama, hasta ahora ningún semidemonio ha desaparecido-señaló.
 Jessica se encogió de hombros y con una mano peinó el desorganizado fleco de su gemela, ella cerró los ojos y disfrutó de la caricia.
-padre es padre, supongo. Ion es su primer hijo aunque sea de una perra-dijo ella y ninguna de las dos pudo evitar reír ante lo literal de la expresión.
Pero pronto el humor desapareció cuando las gemelas recordaron a la vez lo que aquello significaba para Ion. El hombre era más afortunado que ellas, pero no por eso su vida debía ser perfecta.  Jane y Jessie casi como si fueran un espejo adoptaron la misma postura: tomaron sus respectivas latas entre ambas manos, juntaron las piernas y bajaron un poco la mirada.
Ion era querido por su padre, pero no precisamente por su madrastra y hermano menor. La esposa del señor Amstrong toleraba a Ion, no lo agredió nunca, pero tampoco se portaba como una madre, era fría y distante, se preocupaba poco o nada por su hijastro. Quizás porque Ion era hijo de otra mujer o por la sangre demoniaca en las venas de este, sea cual fuera el motivo, él no nombraba a aquella humana. Luego estaba su hermano menor, el joven adolescente en algún momento pudo haber querido llevarse bien con su hermano, pero la esposa de Amstrong quizás por miedo a que Ion lo lastimara, jamás lo permitió, para cuando el chico llegó a la pubertad dejó de tomarle importancia a su hermano mayor. El padre de Ion de cualquier modo estaba poco en casa, pero el poco tiempo que estaba lo aprovechaba al máximo para relacionarse con su disfuncional familia.
Jessica tenía muy claro que en la mente de Ion, el nunca formó ni formaría parte de esa familia, simplemente no era aceptado, no del todo ya que su único enlace para con ellos era su padre. Quizás ese era el motivo por el que pasaba casi todo su tiempo con la familia de su novia, porque en ausencia de su padre, sentía que su casa no era suya, que no era parte de la familia y todo ese afecto que se le negaba en aquel sitio, le era otorgado por los Goldman. 
-¿crees que algún día él se digne a tratar de conocernos?-inquirió Jennifer cabizbaja.
-Lo dudo, por lo que se ve, le tiene pavor a los demonios y a nosotros-negó Jessica recostándose cómodamente en el sofá.
-pero su hijo es de los nuestros, es tan demonio como lo somos nosotras-replicó Jane apretando la lata, indignada.
Jessica resoplo y tomo otro poco de refresco. Le habría encantado que la única parte de su familia que era medianamente normal, hubiera sido verdaderamente normal, sin tantas complicaciones.
-pero es su hijo, por encima de todo. Puede temerle al resto de nosotros los semidemonios, pero Ion siempre será especial para él.
El padre de Ion lo amaba, pero en ningún momento se atrevió a entrar en el mundo que le correspondía a la especie de su hijo. Un mundo plagado de seres demoniacos, a los que tanto temía el hombre, sabía que no podía cambiar la naturaleza de Ion, así que nunca le impidió relacionarse con otros semidemonios, mas jamás quiso formar parte de ello. Tenía una convicción muy grande sobre la línea que dividía a los terrenales de los demoniacos, irónicamente cuando él mismo había intimado con uno de esos seres y traspasado esa línea, teniendo a Ion como resultado.
Jennifer repentinamente mostró una sonrisa muy triste.
-ojala esa fuera la regla y no la excepción, entre los padres humanos de semidemonios-masculló ella recostándose junto a Jessica.
Jessica viro los ojos para poder ver la expresión nostálgica de su gemela, no pudo evitar apretar los dientes, el rumbo de la conversación estaba trayendo a flote viejos dolores. Puso su mano libre sobre la de su hermana, la cual reposaba en la lata, la chica le miro con intriga y Jessica le sonrió tranquilizadoramente.
-estamos juntas, eso es todo lo que importa ¿no?-susurró con voz dulce. Jennifer le devolvió la sonrisa y asintió.
-¡Chicas! ¡¿Alguna puede venir a ayudarme con algo?!-gritó Nolen desde su habitación. Las gemelas por reflejo se volvieron a la dirección del sonido.
Compartieron un miramiento y rápidamente sin hablar se entendieron. Jennifer se levantó y tomo un largo trago a su lata antes de responder:
-¡Yo voy!-dijo tomando rumbo hacia su hermano adoptivo. Jessica se relajó y cerró los ojos para entrar en estado de vigilia, era tarde por la noche, pero aparte de las horas de sueño normales, a ellas les gustaba tomar esporádicas siestas cuando la situación era adecuada para ello.
Jennifer pronto se asomó en el umbral de la habitación y descubrió a Nolen, lo que vio la hizo alzar una ceja con mayúscula confusión.
-¿qué tal?-pidió el hombre posando con ambas manos en su estrecha cadera.
Nolen se encontraba vestido con una ajustada camisa roja manga larga, estampada con motivos de metal, un hermoso pantalón negro, zapatos de vestir muy bien pulidos y para decoración una cadena larga y gruesa hecha de oro colgándole del cuello. Toda la vestimenta servía estratégicamente para enaltecer la masculina figura de Nolen, la camisa era tan pegada a su pecho que permitía ver a la perfección la forma del mismo, no ocurría muy distinto con el resto, los pantalones negros abrazaban sus firmes piernas, dando a su figura la codiciada forma de “v” que tantos hombres deseaban.  Jennifer sentía que miraba un dios.
-sublime…. ¿Vas a salir a prostituirte o algo? Porque de ser así, avísanos y te conseguimos clientela-dijo ella recuperándose del impacto visual, por poco había dejado caer su refresco.
Nolen se mostró pomposo.
-¿no eras tú la que decía que yo era un pobre solitario?-se mofo él.
Jane le sonrió con malicia.
-sigues siéndolo, solo que ahora pareces un gigoló en potencia-contraataco. El hombre demonio fingió enojo y se cruzó de brazos.
  -eres una perra-soltó y ambos se rieron. El chico de repente dejo de reír para corregir-espera, me equivoque, quise decir que eres una zorra.
Jennifer entonces cambio radicalmente su semblante, detuvo la risa y lo miro agresivamente.
-¡Hey!...
-¿cuál es el chiste….?-dijo Jessica mientras entraba y se encontraba con Nolen, Jennifer olvidó su enojo al instante y se hizo a un lado dando espacio a su hermana  recién llegada, mientras miraba como esta reaccionaba. Seguidamente Jessica frunciendo el ceño divertidamente demandó-bien, ¿para qué o quién te estas vistiendo de puto?

Apenas creo lo que estoy haciendo- pensó Jean mientras miraba un lindo auto negro parado frente a su casa.
Acéptalo, yo tengo razón, Nolen…- iba a decir Adon.
No me hagas arrepentirme de esto-lo silencio su ama.
Ella avanzo rápidamente y abrió la puerta del copiloto, entro sin más y cerró con fuerza. Suspiró ante la mirada de un sonriente Nolen.
-¿Por qué esa cara? No vamos a un funeral-dijo el semidemonio mientras pisaba el acelerador.
-problemas internos, mi adjunto a veces no se calla-explicó ella seriamente mirando por la ventana, hacia la oscuridad de la noche.
-el tipo del café… interesante-expresó con los ojos en el camino.
Jean entonces se volteó a mirarlo. Vaya, ahora que lo pensaba, Nolen tenía un físico bastante desarrollado, quizás tuviera que ver con el hecho de ser un L’Enfer y esa ropa no le sentaba nada mal. Era el tipo de ropa ajustada que usaría un chico que quisiera hacer gala de su forma, exactamente lo que él hacía. Jean se forzó a si misma a quitarle los ojos y no parecer como si viendo una escena porno muy excitante, desgraciadamente el hombre descubrió su reacción, naturalmente, la manera tan abrupta en que cambio la dirección de su mirada no podía pasar desapercibida.  
-¿qué tal me veo?-soltó coquetamente.
-¿es necesario que infle tu ego?-preguntó ella mordiéndose disimuladamente el labio inferior.
Nolen se encogió de hombros. No podía creer lo viril que lo hacía sentir causar esa reacción en ella, casi tanto como apenas podía digerir que Jean hubiera aceptado salir a cenar. La elección de ropa fue motivada al hecho de que la mujer que parecía cerrarse bajo llave, por alguna razón acepto su insinuación, no podía arruinarlo.
-Ya otros se encargaron de eso… por cierto, linda ropa-elogió el, intentando no causar una accidente de tráfico por su distracción.
Ella sonrió ligeramente. Usaba una blusa manga larga que realzaba su busto, pantalón corto a la mitad del muslo, sandalias deportivas y para todas sus pertenencias traía un bolso cruzado en medio de su pecho. La mujer había puesto especial cuidado en peinarse y dejar su cabello en ondulantes rizos rojos que caían sobre sus hombros.
-gracias, aunque Trixi quería que usara un vestido más “sexi” que esto-explicó la pelirroja-estaba eufórica cuando le dije que íbamos a cenar, pero pude calmarla y hacerla ser razonable.
-¿razonable? Pensaba que vinieras vestida de pu…
-no-cortó secamente Jean ensanchado su sonrisa divertida, se encontraba de buen humor esa noche, evidentemente. Pero de pronto se hizo un tanto más seria-con la situación tan loca como anda, necesito estar preparada para cualquier imprevisto y usar un vestido no facilita hacer frente al peligro.
Si bien su ropa no era tan llamativa como el vestido que Nolen podía imaginarse, esa facha deportiva-sexi le sentaba bien.
-además-agrego ella-no me gusta llamar la atención con estas cosas…
-tus…
-si-se apresuró a decir cruzándose de brazos protegiendo sus pechos, pero sin notarlo, solo los realzaba. Al ser negro todo su conjunto de vestir, la piel blanca de la chica era más llamativa. Nolen vio de soslayo un rato esa parte, Jean reprimió un sonrojo- ¿a qué hora volvemos?
-no muy tarde, Ion no quiere que su precioso, esté rondando por las oscuras y peligrosas calles hasta muy tarde.-dijo dramáticamente virando los ojos-los demonios feos podrían hacerle daño.
-ya me gustaría que solo demonios feos quisieran venir por nosotros y el precioso-masculló la pseudodemonia.

Nolen se detuvo en una esquina poco iluminada y bajó del vehículo, Jean por instinto lo imitó. El hombre sacó su celular y lo estudió pocos instantes.
-enseguida regreso, Trisher tiene unos billetes de reservación que consiguió para nosotros-explicó él, cerró la puerta del auto y se marchó por un callejón.
El sitio tenia mala pinta, pero Jean se limitó a tomar la palabra de Nolen. Cerró su puerta y se recostó en ella para esperar, lucia despreocupada, aunque el sitio fuera sombrío e inquietante, pocas cosas representaban verdadera amenaza para ella. Desenfadadamente profirió un bostezo y cerró los ojos tarareando poesía épica.
-no pensé encontrarte en un lugar tan idóneo-escucho decir, enseguida Jean puso todos sus sentidos alerta y abrió los ojos.
Frente a ella no había nada, pero al voltear encontró más allá del auto y la carretera a una figura femenina. La mujer tenía un aspecto aparentemente normal, despedía energía demoniaca, evidentemente no era humana… era una semidemonia. Los pseudodemonios al concentrarse podían saber si una creatura era demoniaca, terrenal o intermedia, la primera vez que vio a los Goldman, realmente por un momento se había confundido, pero pronto supo que no eran demonios antes de que se lo hubieran mencionado, solo que simplemente no le importó, demonio o parcialmente demonio le daba igual.
Pero esa mujer… algo en ella no le gustaba. Su cabello cobre era de un largo más corto que el de Jean, igual de ondulante, pero hasta ahí llegaban las semejanzas. Su cara era más juvenil, quizás tendría la edad de las gemelas, alrededor de diecinueve años, sin embargo era más alta y su figura más imponente, quizás fuera la forma en la que estaba parada, con una posición confiada e incluso presumida. Cuando el rostro levemente pecoso de aquella chica se alzó y sus ojos color azul se encontraron con los de Jean…. Algo ocurrió, algo muy malo.
Esa mirada…. La mirada hacia sentir a Jean como si fuera atravesada. Eran ojos depredatorios, intimidantes y llenos de potencial agresividad, en circunstancias normales no habría afectado a la pseudodemonia, pero esto era diferente.
Esto lo había vivido antes.
Por Lucifer- chillo Adon.
Una imagen rápida apareció por la cabeza de Jean: un lugar oscuro, apenas iluminado, barrotes oxidados y una sombra pequeña, hecha novillo en el suelo de la celda. El ser alzo la mirada y pudo ver unos ojos rojos como la sangre que manchaba las paredes del sitio.
Ese recuerdo hizo que un escalofrió recorriera a Jean.
-¿quién eres…?-se forzó a decir.
Sonrió con cierto atisbo de maldad.
-ya me conoces. Nos vimos por primera vez cuando éramos niñas, ¿no lo recuerdas? Huiste como una cobarde y me dejaste sola en la oscuridad-le echó en cara con malicia.
Jean entonces lo recordó todo, inevitablemente el escalofrió que sintió se vio opacado por el creciente pánico, que de la nada empezaba a consumirla. Ella apretó los dientes, combatiendo su miedo,  la lucha interna que libraba era evidente, el ceño de la mujer se hallaba casi unido del esfuerzo que representaba mantenerse firme.
-no puede ser…. Tu jaula parecía indestructible-dijo lentamente y por algún milagro su voz se sostuvo.
-lo era, mi señor Azazel me dio la libertad, para poder preparar su regreso-dijo ella caminando amenazante por la acera.
Malditos giros del destino. Ahora las dos cosas a las que Jean más temió alguna vez, se volvían una sola. Insultó por lo bajo.
-entonces nosotros no nos equivocábamos, como odio acertar en cuestiones apocalípticas-arrastró rústicamente las palabras.
-no nos presentamos formalmente, eres Wholferd, Jean Wholferd ¿verdad?-declaró la misteriosa mujer parándose en medio de la carretera.
-¿y con quien tengo el placer?-contestó Jean, moviéndose discretamente lejos del auto, fuera cual fuera el resultado, no quería que el precioso de Ion saliera destrozado.
-mi nombre no importa en este instante. Pero aquí todos me conocen por mi apodo- explicó maliciosamente, como si estuviera a punto de hacer una travesura, Jean solo podía imaginar cuan nefasta seria la misma-seguro habrás oído de él, soy la Matriarca. Podría decirse que soy la líder de los acólitos que sirven a Azazel.
Jean tragó saliva, su corazón iba galopante a ritmos que nunca había imaginado.
-¿para qué viniste? Aunque me imagino la respuesta…
-tengo otro asunto pendiente aquí. Pero también quería devolverte el favor, por asesinar a mis lacayos, abandonarme a mi suerte y pertenecer al linaje maldito de los Wholferd-entonces la mirada maliciosa de la mujer se volvió rabiosa.
-¿qué tiene que ver mi familia?-dijo Jean a la defensiva y preparándose para luchar.
La matriarca no respondió sencillamente se abalanzo de un salto sobre su enemiga, intentó plantar un puñetazo en esta, pero Jean lo esquivó, desgraciadamente eso no fue suficiente. La semidemonia hostil usando el mismo brazo con el que había atacado, se aprovechó de su impulso y golpeo con su brazo a Jean, justo en un lado de su cara. Eso dejaría un moretón…
Jean se decidió a tomar distancia, pero en el intermedio de su salto la matriarca atrapo le arnés de su cartera y empleándolo, tiro de la cazademonios y la arrojó hacia un vehículo al otro lado de la carretera. El sonido fue enternecedor, los humanos que iban circulando inmediatamente se dieron vuelta y escaparon a toda velocidad. La abolladura que el impactó le procuro al auto fue muy dramática, el dolor que le causó a Jean fue directamente proporcional. La pelirroja quiso tomar su arma, pero cuando intento hacerlo descubrió bastante turbada, que su bolso ya no se encontraba con ella, instintivamente miro hacia la matriarca, para el horror de Jean, su enemiga llevaba el bolso colgando en una mano, exhibiéndolo de manera burlesca.
Estaba desarmada.
La matriarca soltó el objeto robado y nuevamente se aventuró a atacar, repitiendo el mismo puñetazo. Al no tener donde huir Jean lo detuvo con ambos brazos, la fuerza del impacto hizo que ambas extremidades le dolieran y el carro amenazara con volcarse. Por algún milagro no ocurrió. Las féminas se mantuvieron forcejeando, ninguna iba a ceder.
Entonces la semidemonia haciendo uso de su brazo libre y sin disminuir la fuerza de su otro brazo, estrelló su mano en la frente de Jean, no fue un golpe, simplemente estableció un agarre muy firme sobre la cazadora, tan fuerte que le dolía la cabeza. Comenzó a apretar y algo extraño ocurrió, Jean se estaba sintiendo más débil, sus músculos perdía potencia…
Le estaba robando energía.
Jean sabía que debía soltarse antes que la dejara incapaz de luchar. Luchó, de verdad lo hizo, pero no importaba cuanto empujara, la matriarca no se movía, ni su expresión divertida y malvada desaparecía. Maldijo, nunca se sintió más indefensa y aterrada, no desde que era niña, no desde que su madre se había ido para siempre…
-hay mas pseudodemonios Wholferd, ¿que tengo de especial para que vengas por mí en persona?-hizo un esfuerzo tremendo por hablar sin ceder, su voz la delataba.
-que eres la hija mayor de Jilliam Wholferd- expuso, los ojos de Jean se abrieron tanto que parecían faroles.
Antes que alguna tuviera otro pensamiento la matriarca fue arrancada de su “abrazo” mortal con Jean, y enviada a volar hasta varios metros en la carretera. Las mujeres necesitaron unos segundos para orientarse y darse cuenta de lo que había pasado.
La cazademonios lo asimiló cuando vio una silueta masculina bien definida, a menos de dos metros ante ella.
Nolen.
El hombre miraba hacia la matriarca con expresión hostil. Jean forzosamente se separó del vehículo, reprimió un gemido de dolor. El Goldman la había salvado por muy poco.
-vaya, justo a tiempo, Nolen-dijo la semidemonia mientras se ponía de pie. Nolen adoptó un gesto sorprendido.
-¿cómo me conoces?
La matriarca se puso de cuclillas y  rió taimadamente. Jean tragó hondo, trataba de regular su respiración nuevamente y prepararse para otra posible pelea, a pesar que sus rodillas temblaran. No sabía si era debido al esfuerzo o al miedo.
-yo te conocía muy bien, me duele mucho que no me reconozcas-le hizo saber, Jean no pudo discernir si esa cara de decepción y dolor era real o una actuación para agregar más drama.
Nolen entrecerró los ojos y estudio a la matriarca, prestando atención a sus rasgos alumbrados por la poca luz emanada de los faroles. Poco a poco el entendimiento, así como el shock, aparecieron en su semblante.
-Ana…. Anastasia…-apenas consiguió articular.
La nombrada se puso de pie y la sonrisa en su cara se ensanchó. Jean sabía que se perdía de algo, pero Anastasia, alias la Matriarca, rápidamente le despejó la duda.
-tiempo sin verte, querido hermano.

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