16-Despertar
el infierno
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|
nos
días pasaron, Jean no esperaba que la situación se calmara, pero aun así ver
impotente como empeoraba a cada momento la estresaba a sobremanera. Nolen le
dijo sobre los informes que circulaban entre la sociedad demoniaca: dentro de los
demonios desaparecidos en aquel plazo, figuraban miembros de la guardia cadena,
también le habló sobre Bakom y sus patéticos
intentos por calmar al aterrado público, jurando que todo estaba bajo control,
sin importar cuan mentira fuera.
Jean
también había estado ocupada esa semana, habían familiares y parásitos
pululando en los rincones más oscuros y algunos no tan oscuros de la ciudad. Lo
único rescatable de la situación es que los bolsillos de la pseudodemonia
estaban excepcionalmente llenos por la caza extra. Trixi había tenido mucho con
que practicar y al parecer su confianza había aumentado, Jean esperaba poder
dejarla sola dentro de poco, ya le llegaba la hora, casi cumplía 18 años y se
supone que a esa edad todo pseudodemonio debería ser un cazador completamente
formado. Hasta que no fuera de caza por su cuenta, Trixi no sería una cazadora
consumada.
No solo
los demonios tenían de que preocuparse, el número de humanos muertos
encontrados subía dramáticamente. Jean consiguió que los policías le mostraran
algunos cuerpos y parecían haber sido tratados
del mismo modo que el cuerpo que había visto tiempo atrás en las noticias:
descuartizados, mutilados y parcialmente devorados. En cada uno encontraba las
mismas características que el cadáver descubierto por Bakom, la noche que Jean
tuvo que llevar a Kent en su auto: las marcas como de pentagrama maldito en la
espalda, lo último más o menos intacto que quedaba del difunto.
Jean no
sabía si los cadáveres de los que hablaban en las noticias tenían ese dibujo
sanguinolento en la espalda; pero estaba casi totalmente segura de que era así,
simplemente la policía no hacía referencia a ello, puede que por miedo a esparcir
más pánico en el aire, o porque no tenían idea de lo que pudiera significar.
Pero si su intención era no crear más pánico, de nada servía de todas formas,
una cosa era segura, quienes estuvieran matando gente no pretendían mantener
sus actividades en secreto, de hecho, parecía que quisieran que todos lo
supieran. Su intención era asustar.
Jessica
buscaba un refresco en el congelador, se estaban agotando, pronto deberían ir
de compras, pero dudaba que fuera una experiencia amena e incluso útil, cuando
había pánico, las masas tendían a llevarse todo de los mercados, causando
escases y hasta guerras por los productos. La mujer suspiró y tomo un par de
latas rojas, a continuación se dirigió a la sala.
En el
sofá familiar reposaba medio consiente su gemela. Jennifer permanecía de lado y
con los ojos cerrados, mientras apresaba cómodamente a Titus entre sus delgados
brazos. Jessie se acercó y pegó una de las latas frías en la mejilla expuesta
de su hermana, ella movió el entrecejo y abrió apenas perceptiblemente sus
verdosos ojos. Lo primero que vio fue a Jessica y la lata, naturalmente Jane
comprendió el mensaje y con pereza se dispuso a tomar asiento y dejar lugar a
la otra mujer. Titus despertó, se liberó de la semidemonia y procuró recostarse
en una esquina del sofá para no estorbar.
-Gracias-expresó
ella recibiendo la lata de refresco, Jessica entonces tomo asiento a su
lado-¿Teddy está bien?
-sí,
llegó a salvo y finalmente su padre dejo de llamar como un maniaco-respondió
ella un poco fastidiada mientras abría la lata de refresco.
El padre del semidemonio le había llamado insistiendo
que regresara temprano y pasara el menor tiempo posible en la calle, cosa rara,
ya que generalmente el chico Amstrong andaba a sus anchas por donde gustara. A
los ojos de los Goldman, la llamada del progenitor parecía como si estuviera
dándole toque de queda a un mal portado hijo adolescente, cosa que a su edad,
Ion no era.
Jennifer
soltó un resoplido y tomo un trago.
-no sé
cuál es su drama, hasta ahora ningún semidemonio ha desaparecido-señaló.
Jessica se encogió de hombros y con una mano
peinó el desorganizado fleco de su gemela, ella cerró los ojos y disfrutó de la
caricia.
-padre
es padre, supongo. Ion es su primer hijo aunque sea de una perra-dijo ella y
ninguna de las dos pudo evitar reír ante lo literal de la expresión.
Pero
pronto el humor desapareció cuando las gemelas recordaron a la vez lo que
aquello significaba para Ion. El hombre era más afortunado que ellas, pero no
por eso su vida debía ser perfecta. Jane
y Jessie casi como si fueran un espejo adoptaron la misma postura: tomaron sus
respectivas latas entre ambas manos, juntaron las piernas y bajaron un poco la
mirada.
Ion era
querido por su padre, pero no precisamente por su madrastra y hermano menor. La
esposa del señor Amstrong toleraba a Ion, no lo agredió nunca, pero tampoco se
portaba como una madre, era fría y distante, se preocupaba poco o nada por su
hijastro. Quizás porque Ion era hijo de otra mujer o por la sangre demoniaca en
las venas de este, sea cual fuera el motivo, él no nombraba a aquella humana.
Luego estaba su hermano menor, el joven adolescente en algún momento pudo haber
querido llevarse bien con su hermano, pero la esposa de Amstrong quizás por
miedo a que Ion lo lastimara, jamás lo permitió, para cuando el chico llegó a
la pubertad dejó de tomarle importancia a su hermano mayor. El padre de Ion de
cualquier modo estaba poco en casa, pero el poco tiempo que estaba lo
aprovechaba al máximo para relacionarse con su disfuncional familia.
Jessica
tenía muy claro que en la mente de Ion, el nunca formó ni formaría parte de esa
familia, simplemente no era aceptado, no del todo ya que su único enlace para
con ellos era su padre. Quizás ese era el motivo por el que pasaba casi todo su
tiempo con la familia de su novia, porque en ausencia de su padre, sentía que su
casa no era suya, que no era parte de la familia y todo ese afecto que se le
negaba en aquel sitio, le era otorgado por los Goldman.
-¿crees
que algún día él se digne a tratar de conocernos?-inquirió Jennifer cabizbaja.
-Lo
dudo, por lo que se ve, le tiene pavor a los demonios y a nosotros-negó Jessica recostándose cómodamente en el sofá.
-pero
su hijo es de los nuestros, es tan demonio como lo somos nosotras-replicó Jane
apretando la lata, indignada.
Jessica
resoplo y tomo otro poco de refresco. Le habría encantado que la única parte de
su familia que era medianamente normal, hubiera sido verdaderamente normal, sin
tantas complicaciones.
-pero
es su hijo, por encima de todo. Puede temerle al resto de nosotros los
semidemonios, pero Ion siempre será especial para él.
El
padre de Ion lo amaba, pero en ningún momento se atrevió a entrar en el mundo
que le correspondía a la especie de su hijo. Un mundo plagado de seres
demoniacos, a los que tanto temía el hombre, sabía que no podía cambiar la
naturaleza de Ion, así que nunca le impidió relacionarse con otros
semidemonios, mas jamás quiso formar parte de ello. Tenía una convicción muy
grande sobre la línea que dividía a los terrenales de los demoniacos,
irónicamente cuando él mismo había intimado
con uno de esos seres y traspasado esa línea, teniendo a Ion como resultado.
Jennifer
repentinamente mostró una sonrisa muy triste.
-ojala
esa fuera la regla y no la excepción, entre los padres humanos de
semidemonios-masculló ella recostándose junto a Jessica.
Jessica
viro los ojos para poder ver la expresión nostálgica de su gemela, no pudo
evitar apretar los dientes, el rumbo de la conversación estaba trayendo a flote
viejos dolores. Puso su mano libre sobre la de su hermana, la cual reposaba en
la lata, la chica le miro con intriga y Jessica le sonrió tranquilizadoramente.
-estamos
juntas, eso es todo lo que importa ¿no?-susurró con voz dulce. Jennifer le
devolvió la sonrisa y asintió.
-¡Chicas!
¡¿Alguna puede venir a ayudarme con algo?!-gritó Nolen desde su habitación. Las
gemelas por reflejo se volvieron a la dirección del sonido.
Compartieron
un miramiento y rápidamente sin hablar se entendieron. Jennifer se levantó y
tomo un largo trago a su lata antes de responder:
-¡Yo
voy!-dijo tomando rumbo hacia su hermano adoptivo. Jessica se relajó y cerró
los ojos para entrar en estado de vigilia, era tarde por la noche, pero aparte
de las horas de sueño normales, a ellas les gustaba tomar esporádicas siestas
cuando la situación era adecuada para ello.
Jennifer
pronto se asomó en el umbral de la habitación y descubrió a Nolen, lo que vio
la hizo alzar una ceja con mayúscula confusión.
-¿qué
tal?-pidió el hombre posando con ambas manos en su estrecha cadera.
Nolen
se encontraba vestido con una ajustada camisa roja manga larga, estampada con
motivos de metal, un hermoso pantalón negro, zapatos de vestir muy bien pulidos
y para decoración una cadena larga y gruesa hecha de oro colgándole del cuello.
Toda la vestimenta servía estratégicamente para enaltecer la masculina figura
de Nolen, la camisa era tan pegada a su pecho que permitía ver a la perfección
la forma del mismo, no ocurría muy distinto con el resto, los pantalones negros
abrazaban sus firmes piernas, dando a su figura la codiciada forma de “v” que
tantos hombres deseaban. Jennifer sentía
que miraba un dios.
-sublime….
¿Vas a salir a prostituirte o algo? Porque de ser así, avísanos y te
conseguimos clientela-dijo ella recuperándose del impacto visual, por poco
había dejado caer su refresco.
Nolen
se mostró pomposo.
-¿no
eras tú la que decía que yo era un pobre solitario?-se mofo él.
Jane le
sonrió con malicia.
-sigues
siéndolo, solo que ahora pareces un gigoló en potencia-contraataco. El hombre
demonio fingió enojo y se cruzó de brazos.
-eres una perra-soltó y ambos se rieron. El
chico de repente dejo de reír para corregir-espera, me equivoque, quise decir
que eres una zorra.
Jennifer
entonces cambio radicalmente su semblante, detuvo la risa y lo miro
agresivamente.
-¡Hey!...
-¿cuál
es el chiste….?-dijo Jessica mientras entraba y se encontraba con Nolen,
Jennifer olvidó su enojo al instante y se hizo a un lado dando espacio a su
hermana recién llegada, mientras miraba
como esta reaccionaba. Seguidamente Jessica frunciendo el ceño divertidamente
demandó-bien, ¿para qué o quién te estas vistiendo de puto?
Apenas creo lo que estoy haciendo- pensó Jean mientras miraba un
lindo auto negro parado frente a su casa.
Acéptalo, yo tengo razón, Nolen…- iba a decir Adon.
No me hagas arrepentirme de esto-lo silencio su ama.
Ella
avanzo rápidamente y abrió la puerta del copiloto, entro sin más y cerró con
fuerza. Suspiró ante la mirada de un sonriente Nolen.
-¿Por
qué esa cara? No vamos a un funeral-dijo el semidemonio mientras pisaba el
acelerador.
-problemas
internos, mi adjunto a veces no se calla-explicó ella seriamente mirando por la
ventana, hacia la oscuridad de la noche.
-el
tipo del café… interesante-expresó con los ojos en el camino.
Jean
entonces se volteó a mirarlo. Vaya, ahora que lo pensaba, Nolen tenía un físico
bastante desarrollado, quizás tuviera que ver con el hecho de ser un L’Enfer y
esa ropa no le sentaba nada mal. Era el tipo de ropa ajustada que usaría un
chico que quisiera hacer gala de su forma, exactamente lo que él hacía. Jean se
forzó a si misma a quitarle los ojos y no parecer como si viendo una escena
porno muy excitante, desgraciadamente el hombre descubrió su reacción,
naturalmente, la manera tan abrupta en que cambio la dirección de su mirada no
podía pasar desapercibida.
-¿qué tal
me veo?-soltó coquetamente.
-¿es
necesario que infle tu ego?-preguntó ella mordiéndose disimuladamente el labio
inferior.
Nolen
se encogió de hombros. No podía creer lo viril que lo hacía sentir causar esa
reacción en ella, casi tanto como apenas podía digerir que Jean hubiera
aceptado salir a cenar. La elección de ropa fue motivada al hecho de que la
mujer que parecía cerrarse bajo llave, por alguna razón acepto su insinuación,
no podía arruinarlo.
-Ya
otros se encargaron de eso… por cierto, linda ropa-elogió el, intentando no
causar una accidente de tráfico por su distracción.
Ella
sonrió ligeramente. Usaba una blusa manga larga que realzaba su busto, pantalón
corto a la mitad del muslo, sandalias deportivas y para todas sus pertenencias
traía un bolso cruzado en medio de su pecho. La mujer había puesto especial
cuidado en peinarse y dejar su cabello en ondulantes rizos rojos que caían
sobre sus hombros.
-gracias,
aunque Trixi quería que usara un vestido más “sexi” que esto-explicó la
pelirroja-estaba eufórica cuando le dije que íbamos a cenar, pero pude calmarla
y hacerla ser razonable.
-¿razonable?
Pensaba que vinieras vestida de pu…
-no-cortó
secamente Jean ensanchado su sonrisa divertida, se encontraba de buen humor esa
noche, evidentemente. Pero de pronto se hizo un tanto más seria-con la
situación tan loca como anda, necesito estar preparada para cualquier
imprevisto y usar un vestido no facilita hacer frente al peligro.
Si bien
su ropa no era tan llamativa como el vestido que Nolen podía imaginarse, esa
facha deportiva-sexi le sentaba bien.
-además-agrego
ella-no me gusta llamar la atención con estas cosas…
-tus…
-si-se
apresuró a decir cruzándose de brazos protegiendo sus pechos, pero sin notarlo,
solo los realzaba. Al ser negro todo su conjunto de vestir, la piel blanca de
la chica era más llamativa. Nolen vio de soslayo un rato esa parte, Jean
reprimió un sonrojo- ¿a qué hora volvemos?
-no muy
tarde, Ion no quiere que su precioso,
esté rondando por las oscuras y peligrosas calles hasta muy tarde.-dijo
dramáticamente virando los ojos-los demonios feos podrían hacerle daño.
-ya me
gustaría que solo demonios feos quisieran venir por nosotros y el precioso-masculló la pseudodemonia.
Nolen
se detuvo en una esquina poco iluminada y bajó del vehículo, Jean por instinto
lo imitó. El hombre sacó su celular y lo estudió pocos instantes.
-enseguida
regreso, Trisher tiene unos billetes de reservación que consiguió para nosotros-explicó
él, cerró la puerta del auto y se marchó por un callejón.
El
sitio tenia mala pinta, pero Jean se limitó a tomar la palabra de Nolen. Cerró
su puerta y se recostó en ella para esperar, lucia despreocupada, aunque el
sitio fuera sombrío e inquietante, pocas cosas representaban verdadera amenaza
para ella. Desenfadadamente profirió un bostezo y cerró los ojos tarareando
poesía épica.
-no
pensé encontrarte en un lugar tan idóneo-escucho decir, enseguida Jean puso
todos sus sentidos alerta y abrió los ojos.
Frente
a ella no había nada, pero al voltear encontró más allá del auto y la carretera
a una figura femenina. La mujer tenía un aspecto aparentemente normal, despedía
energía demoniaca, evidentemente no era humana… era una semidemonia. Los
pseudodemonios al concentrarse podían saber si una creatura era demoniaca,
terrenal o intermedia, la primera vez que vio a los Goldman, realmente por un
momento se había confundido, pero pronto supo que no eran demonios antes de que
se lo hubieran mencionado, solo que simplemente no le importó, demonio o
parcialmente demonio le daba igual.
Pero
esa mujer… algo en ella no le gustaba. Su cabello cobre era de un largo más
corto que el de Jean, igual de ondulante, pero hasta ahí llegaban las
semejanzas. Su cara era más juvenil, quizás tendría la edad de las gemelas,
alrededor de diecinueve años, sin embargo era más alta y su figura más
imponente, quizás fuera la forma en la que estaba parada, con una posición
confiada e incluso presumida. Cuando el rostro levemente pecoso de aquella
chica se alzó y sus ojos color azul se encontraron con los de Jean…. Algo
ocurrió, algo muy malo.
Esa
mirada…. La mirada hacia sentir a Jean como si fuera atravesada. Eran ojos
depredatorios, intimidantes y llenos de potencial agresividad, en circunstancias
normales no habría afectado a la pseudodemonia, pero esto era diferente.
Esto lo
había vivido antes.
Por Lucifer- chillo Adon.
Una
imagen rápida apareció por la cabeza de Jean: un lugar oscuro, apenas
iluminado, barrotes oxidados y una sombra pequeña, hecha novillo en el suelo de
la celda. El ser alzo la mirada y pudo ver unos ojos rojos como la sangre que
manchaba las paredes del sitio.
Ese
recuerdo hizo que un escalofrió recorriera a Jean.
-¿quién eres…?-se forzó a decir.
Sonrió con cierto atisbo de maldad.
-ya me conoces. Nos vimos por primera vez cuando éramos
niñas, ¿no lo recuerdas? Huiste como una cobarde y me dejaste sola en la
oscuridad-le echó en cara con malicia.
Jean entonces lo recordó todo, inevitablemente el escalofrió
que sintió se vio opacado por el creciente pánico, que de la nada empezaba a
consumirla. Ella apretó los dientes, combatiendo su miedo, la lucha interna que libraba era evidente, el
ceño de la mujer se hallaba casi unido del esfuerzo que representaba mantenerse
firme.
-no puede ser…. Tu jaula parecía indestructible-dijo
lentamente y por algún milagro su voz se sostuvo.
-lo era, mi señor Azazel me dio la libertad, para poder
preparar su regreso-dijo ella caminando amenazante por la acera.
Malditos giros del destino. Ahora las dos cosas a las que
Jean más temió alguna vez, se volvían una sola. Insultó por lo bajo.
-entonces nosotros no nos equivocábamos, como odio acertar
en cuestiones apocalípticas-arrastró rústicamente las palabras.
-no nos presentamos formalmente, eres Wholferd, Jean
Wholferd ¿verdad?-declaró la misteriosa mujer parándose en medio de la
carretera.
-¿y con quien tengo el placer?-contestó Jean, moviéndose
discretamente lejos del auto, fuera cual fuera el resultado, no quería que el precioso de Ion saliera destrozado.
-mi nombre no importa en este instante. Pero aquí todos me
conocen por mi apodo- explicó maliciosamente, como si estuviera a punto de
hacer una travesura, Jean solo podía imaginar cuan nefasta seria la misma-seguro
habrás oído de él, soy la Matriarca. Podría decirse que soy la líder de los
acólitos que sirven a Azazel.
Jean tragó saliva, su corazón iba galopante a ritmos que
nunca había imaginado.
-¿para qué viniste? Aunque me imagino la respuesta…
-tengo otro asunto pendiente aquí. Pero también quería
devolverte el favor, por asesinar a mis lacayos, abandonarme a mi suerte y
pertenecer al linaje maldito de los Wholferd-entonces la mirada maliciosa de la
mujer se volvió rabiosa.
-¿qué tiene que ver mi familia?-dijo Jean a la defensiva y
preparándose para luchar.
La matriarca no respondió sencillamente se abalanzo de un
salto sobre su enemiga, intentó plantar un puñetazo en esta, pero Jean lo
esquivó, desgraciadamente eso no fue suficiente. La semidemonia hostil usando
el mismo brazo con el que había atacado, se aprovechó de su impulso y golpeo
con su brazo a Jean, justo en un lado de su cara. Eso dejaría un moretón…
Jean se decidió a tomar distancia, pero en el intermedio de
su salto la matriarca atrapo le arnés de su cartera y empleándolo, tiro de la
cazademonios y la arrojó hacia un vehículo al otro lado de la carretera. El
sonido fue enternecedor, los humanos que iban circulando inmediatamente se
dieron vuelta y escaparon a toda velocidad. La abolladura que el impactó le
procuro al auto fue muy dramática, el dolor que le causó a Jean fue
directamente proporcional. La pelirroja quiso tomar su arma, pero cuando
intento hacerlo descubrió bastante turbada, que su bolso ya no se encontraba
con ella, instintivamente miro hacia la matriarca, para el horror de Jean, su
enemiga llevaba el bolso colgando en una mano, exhibiéndolo de manera burlesca.
Estaba desarmada.
La matriarca soltó el objeto robado y nuevamente se aventuró
a atacar, repitiendo el mismo puñetazo. Al no tener donde huir Jean lo detuvo con
ambos brazos, la fuerza del impacto hizo que ambas extremidades le dolieran y
el carro amenazara con volcarse. Por algún milagro no ocurrió. Las féminas se
mantuvieron forcejeando, ninguna iba a ceder.
Entonces la semidemonia haciendo uso de su brazo libre y sin
disminuir la fuerza de su otro brazo, estrelló su mano en la frente de Jean, no
fue un golpe, simplemente estableció un agarre muy firme sobre la cazadora, tan
fuerte que le dolía la cabeza. Comenzó a apretar y algo extraño ocurrió, Jean
se estaba sintiendo más débil, sus músculos perdía potencia…
Le estaba robando energía.
Jean sabía que debía soltarse antes que la dejara incapaz de
luchar. Luchó, de verdad lo hizo, pero no importaba cuanto empujara, la
matriarca no se movía, ni su expresión divertida y malvada desaparecía.
Maldijo, nunca se sintió más indefensa y aterrada, no desde que era niña, no
desde que su madre se había ido para siempre…
-hay mas pseudodemonios Wholferd, ¿que tengo de especial
para que vengas por mí en persona?-hizo un esfuerzo tremendo por hablar sin
ceder, su voz la delataba.
-que eres la hija mayor de Jilliam Wholferd- expuso, los
ojos de Jean se abrieron tanto que parecían faroles.
Antes que alguna tuviera otro pensamiento la matriarca fue
arrancada de su “abrazo” mortal con Jean, y enviada a volar hasta varios metros
en la carretera. Las mujeres necesitaron unos segundos para orientarse y darse
cuenta de lo que había pasado.
La cazademonios lo asimiló cuando vio una silueta masculina
bien definida, a menos de dos metros ante ella.
Nolen.
El hombre miraba hacia la matriarca con expresión hostil.
Jean forzosamente se separó del vehículo, reprimió un gemido de dolor. El
Goldman la había salvado por muy poco.
-vaya, justo a tiempo, Nolen-dijo la semidemonia mientras se
ponía de pie. Nolen adoptó un gesto sorprendido.
-¿cómo me conoces?
La matriarca se puso de cuclillas y rió taimadamente. Jean tragó hondo, trataba
de regular su respiración nuevamente y prepararse para otra posible pelea, a
pesar que sus rodillas temblaran. No sabía si era debido al esfuerzo o al
miedo.
-yo te conocía muy bien, me duele mucho que no me
reconozcas-le hizo saber, Jean no pudo discernir si esa cara de decepción y
dolor era real o una actuación para agregar más drama.
Nolen entrecerró los ojos y estudio a la matriarca,
prestando atención a sus rasgos alumbrados por la poca luz emanada de los
faroles. Poco a poco el entendimiento, así como el shock, aparecieron en su semblante.
-Ana…. Anastasia…-apenas consiguió articular.
La nombrada se puso de pie y la sonrisa en su cara se
ensanchó. Jean sabía que se perdía de algo, pero Anastasia, alias la Matriarca,
rápidamente le despejó la duda.
-tiempo sin verte, querido hermano.
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