miércoles, 12 de noviembre de 2014

El edén del infierno: Acto 1-Capitulo 4



4-Bajo la superficie

N
olen Goldman sentado en la perpetua oscuridad del sótano miro el celular en su mano, esperaba desde hacía varias horas una llamada, cada día, cada vez que la atendía, algo de esperanza en su interior se expandía, solo para desinflarse como un mero globo de fiesta al oír que no había nada nuevo. Cruzo las piernas y se inclinó sobre sí mismo en el sofá, normalmente cerca de la medianoche siempre estaba ahí, meditando y esperando ensoñado que la llamada que añoraba desde hacía meses llegara.
Esta llego, el teléfono sin hacer sonido se encendió sacándolo de la oscuridad y mostrando en su pantalla “anónimo” el contacto que esperaba. Nolen sin dudar atención y espero a que la voz robótica empezara a informar.
-rápido como siempre, señor Goldman-dijo el sujeto al otro lado del teléfono.
-no quiero rodeos, dime que sabes-casi exigió Nolen, su frente comenzó a sudar.
El silencio aguardo un minuto hasta que el sujeto prosiguió, con tono de monotonía.
-nada, ella es como si no existiera…. Nadie la ha vuelto a ver… jamás.
Nolen hizo un sonido ahogado en la garganta, la frustración lo atropellaba una vez más, siempre era lo mismo, ¡nadie sabía nada! Nadie en el mundo podía ayudarlo…
-¿con quienes hablaste?
-busque en todo el círculo social que la rodeaba, sus antecedentes, su trabajo, amigos… familia, pero es inútil.
-no lo digas en voz alta si sabes cómo está mi psiquis. Escucha, ¿hay algo que no hayas intentado?
-no he hablado con pseudodemonios, sabes que ellos no tienen empatía por nuestro pequeño grupo….
Nolen entrecerró los ojos, exhalo antes de arrastrar las palabras en su siguiente oración.
-entonces no te necesito más, gracias de todos modos.
-pe….
-adiós- colgó y miro el teléfono por unos segundos, planeando sus próximas jugadas.
Anónimos no podía hacer nada, su grupo clandestino buscaba información para los que pudieran pagarla, pero casualmente, ellos evitaban cruzarse con pseudodemonios, eran como el agua y el aceite. Precisamente cuando Nolen más necesitaba de ayuda.
Un pseudodemonio, era lo único que aún le quedaba por investigar, necesitaba uno y sabía dónde encontrarlo. Su intuición había vencido, tenía razón, necesitaría de Jean Wholferd pronto y Nolen tenía claro cómo sacar de ella todo lo que supiera.
-¿Nolen?-lo llamo Jessie en las escaleras, sus ojos rojos resaltaban entre la negrura. Algo en ella se veía frágil y preocupado-¿vas a comer?
Asintió y se tocó la sien con una mano, guardando el celular.
-claro, ¿ya se encargaron del intruso?-su voz era casi quebrada.
-Titus ya lo hizo, debió arrojarlo en algún basurero-explico la semidemonia avanzando hacia Nolen-¿quién te llamo? Parece que hubieras recibido la noticia de la muerte de alguien.
-algo así, estoy un poco mareado, es todo-se levantó y abrazo a Jessie con una fuerza poco usual. Ella un poco sorprendida le correspondió
Nolen pensaba que si bien, Jessica ni Jennifer eran realmente sus hermanas, eran lo más cercano que tendría a ello, no iba a desaprovecharlo. Al ponerla contra su pecho, sentía que por lo menos algunos pocos siempre estarían de su parte.

-Eres la jefa Jean-la elogió Angélica mientras le daba un trago a su botella de refresco.
-sí, bueno, valió la pena-afirmo la chica.
Tras la refriega volvió a donde Adirael la había esperado, el ángel lo primero que hizo fue asegurarse de que el kirin estuviera bien, no había dicho una palabra en todo el camino, como si sus labios estuvieran cosidos, Jean no quiso presionarlo, aunque en su interior la palabra Azazel se repitiera una infinidad de veces. Adirael hablaba con el kirin en la parte trasera del vehículo mientras Jean y Angélica comían en el capó, tuvieron tiempo de llegar a un puesto de hamburguesas para reclamar el premio.
-la próxima vez negocia dos hamburguesas, esto me deja corto-aviso Adon, sentado a su lado.
En su forma humana, el demonio era un chico delgado con grandes ojos verdes, totalmente verdes, cabello castaño despeinado y tez bronceada. El color de sus ojos era una película que los cubría en su totalidad, los seres terrenales no podía verlo, ellos solo verían ojos ordinarios, así que no les preocupaba su extraño aspecto. Adon dio un mordisco a su comida y hablo con la boca llena.
-¿Angélica tu qué haces aquí?, sales en todas partes-agrego.
-¿te molesta mi presencia?-Adon puso los ojos en blanco-porque si es así, debo recordarte que Jean es una de las pocas chicas de por aquí que es remotamente confiable.
-¿por eso fraternizas conmigo?-quiso saber la pseudodemonia con suspicacia.
-un poco, ya sabes, no tengo muchos amigos. Las otras alternativas aquí consisten en gente energúmena como Adirael o enfermos sexuales como Úrsula….-se estremeció-no creo que haga falta una gran explicación para mis razones.
-deja a Úrsula a un lado… ¡tú tienes sexo con Kent joder!-le recrimino Adon arbitrariamente escandalizado.
-¡hasta cuando con Kent!-devolvió ella-déjalo estar, él es genial, además de Jean con el sí puedo comer una pizza sin sentirme incomoda.
-oh lo que sea, no me importa si te acuestas con los perros callejeros mientras no estés transmitiendo enfermedades demoniacas a la gente. Por mi puedes divertirte con Kent todo lo que quieras-dijo Jean sin darle importancia, Angélica volvió a tomar de su botella.
-por eso me agradas tanto, ¡eres tan pragmática! Ojala Trixi siguiera tu ejemplo.
-Trixi sigue su propio ejemplo.
Jean sabía que su hermana era el tipo de persona que tenía su propia ética, ambas compartían ese punto. Pero Jean por su parte, no tenía prejuicios, no le importaba nada mientras no causara daños, así que ser medio puta y/o tener sexo con íncubos para ella era insignificante, aunque los pseudodemonios consideraran repulsivo tener sexo con demonios en especial los del tipo de Kent. Trixi tuvo que superar eso para poder aceptar a Úrsula….
-¿qué diablos…?-espeto Adon.
Jean oyó una brisa y acto seguido, se volvió viendo con consternación como el kirin volaba hacia el cielo oscuro. Maldijo por lo bajo, saltando del capo y corriendo hacia Adirael mientras volvía el envoltorio de su hamburguesa un ovillo.
-¡bastardo regresa!-grito ella, la gente del puesto de comida se volvió, pero el kirin había volado tan rápido que no lo vieron.
-ups-gimió Angélica.
-¿algún problema?-pregunto Adirael inquietado. Jean lo fulmino con la mirada.
-ahí se fue mi información, ¡había dicho que el señor de quienes lo capturaron era Azazel!
El ángel demoniaco puso los ojos como faroles.
-te…
-¿en qué tan grande problema te has metido Adirael?...-la voz de Jean era fría.
El demonio no respondió. Por su mirar, ella sabía que era algo grande, debía hacerlo hablar.
-respóndeme, ángel desplumado.
-¡la verdad no lo sé!-aseguro el chico agitado-yo solo tenía problemas con un grupo de chicos, es todo, nunca hice nada contra Azazel en mi vida.
Jean sabía que no mentía, Adirael parecía sincero, y ella no era fácil de engañar, bufo y se alejó hacia sus amigos.
-¿Azazel dijo?-inquirió Angélica perturbada.
-sí-Jean fue directo al interior del vehículo, subió al asiento del piloto y lo encendió, justo entonces Adon y la rubia subieron. El demonio se sentó tras Jean-Adon, regresa conmigo.
El chico asintió y se volvió una luz verde, luego en un destello desapareció y un brillo centelleo en el alma cristalina de Jean. Él había vuelto al interior.

Trixi Wholferd veía la televisión en la sala, Félix llevaba largo rato durmiendo, pero ella aun esperaba la llegada de Jean, eran las diez de la noche y no había regresado. Siempre era lo mismo, nunca temprano, aunque sabía que era estúpido, se sentía obligada a esperar su llegada, sin eso no era capaz de dormir.
Y entonces ella llegó.
-¿hoy que cosa fea encontraste para matar?-pregunto Trixi viendo a su hermana pararse junto al televisor.
-esta vez familiares, esos pequeños bichos con dientes-respondió ella sonriéndole con ligereza.
Trixi siempre había deseado tener algo de la seguridad que Jean irradiaba, era como si nada pudiera lastimarla. Pero a la vez, sabía que de hecho si podían y por ello nunca dejaba de preocuparse.
-imagino que te pagaron algo.
-no fue dinero, pero me pagaron tu cena, está en la cocina.
Trixi alzo una ceja.
-¿desde cuándo aceptas comida como pago?
-desde que me lo ofreció un maldito ángel sexi y arrogante. Si fueras de mi liga lo entenderías.

Trisher resoplo sentado al borde del edificio, normalmente no salía a esas horas, pero lo había aceptado solo porque Kent le había ofrecido unos porros de “coch”, una droga popular entre los demonios y pseudodemonios, era llamada así por el color de su envoltura. Trisher no era un drogadicto, sabía que no debía consumir demasiado, volverse dependiente podría costarle caro.
Por otro lado, a Kent ni parecía afectarle, fumaba y el único efecto visible era su repentino amor por el peligro, o…. su repentinas ganas de fornicar con lo que tuviera delante. El coch tenía la mala reputación de intensificar los instintos primarios del que lo fumara, y por la naturaleza de Kent, Trisher tenía demasiado claro que una vez drogado debía desaparecer de escena o atenerse a las consecuencias.
-¿por qué tardaste tanto?-casi escupió Trisher, cuando vio a Kent saltar desde otro edificio y aterrizar a su lado con ligereza ejemplar.
-estaba ocupado esparciendo la corrupción sobre las chicas cercanas-alego el incubo divertido.
-¿cuántas veces al día piensas en sexo joder?-le pregunto Trisher con suspicacia, Kent se sentó.
-no tengo idea. Pero no eres nadie para hablarme de “valores”, tu eres un maldito sombra que fuma coch-le dijo el hombre con naturalidad.
Trisher viro los ojos mientras Kent sacaba algo de su sudadera.
-solo preguntaba. Los “valores” son para monjas, sacerdotes e idiotas, esos humanos que se creen todo lo que los religiosos les vomitan encima-declaro el sombra con voz queda.
Kent le ofreció un porro, color rojo. Trisher lo acepto y al ponerlo en su boca el incubo le facilito un fosforo, el sombra lo tomo y usando la superficie donde yacía sentado lo encendió y uso para prender el coch.
 -te apoyo-lo apremio Kent y su mirada fue más seria al encender su propio coch-¿sabes algo del sujeto muerto en “ojonegro”?
-para nada, sé que tiendo a asechar personas y hurgar en sus recuerdos, pero no soy un espía-dijo Trisher soltando una bocanada de humo, joder, se sentía repentinamente vivo, como un bombillo al ser encendido. Creyó que si se enfrentaba a un demonio mayor, quizás con un poco de coch pudiera ganar sin ayuda-ese asunto es de la guardia cadena y lo sabes, ¿por qué debería meterme?
-porque la guardia cadena no está encontrando un carajo, si siguen así, el próximo podrías ser tu-le escupió el incubo medio irritado y luego dio otro sorbo al porro-y además, ¿quién sabe qué sicópata este haciendo esto? Y… ¿por qué?
Trisher se encogió de hombros.
-¿porque le dio la gana? Se dé dementes que simplemente matan porque se les antoja.
El incubo lo miro desde el rabillo del ojo con mala cara.
-probablemente, pero bajo la superficie hay algo más. Obviamente ni los periódicos ni la guardia cadena lo dice, los periódicos quizás no lo sepan y la guardia cadena puede que se sientan muy asustados de admitir su inutilidad.
-¿de qué estás hablando?-espeto Trisher.
No entendía nada de lo que hablaba el incubo, pero sus palabras eran muy firmes, no podía estar mintiendo o jugando.
-se dé demonios y humanos que desaparecieron así nada más, no sabemos a dónde se fueron.          
El sombra sintió una punzada de nauseas en el estómago.
-¿y?
-no sabemos nada.
Trisher estaba mirando hacia el callejón a su espalda. El corazón del demonio le retumbo al darse la vuelta y ver que Kent había terminado su coch y estaba encendiendo otro, había ansiedad en su mirada, una ansiedad fuera de lo normal. El coch podía aliviar la tensión y hacerte sentir fuerte, por ello Kent fumaba tan impulsivamente, sin embargo, causaba algunos efectos secundarios si se tomaba más de la dosis recomendable. Algunos eran particulares entre los que lo consumían, pero el principal, que todos presentaban, era que sus instintos básicos les nublaban la mente.
Trisher temía ser víctima de los instintos de Kent, así que se levantó, soltó el porro de coch y lo piso con la suela de su zapato. Kent lo encaro.
-¿pasa algo?
-creo que debo irme, me siento estresado y no quiero que el sicópata que esta suelto me atrape-dijo el sombra y salto hacia el callejón.
Mierda, no tomaras mi culo Kent pensó Trisher al aterrizar en el suelo.
Sabía que Kent no era gay, pero en su desesperación atraparía lo que tuviera más cerca y lo haría “suyo”, y Trisher sabía que si eso le sucedía, no podría soportar vivir con la humillación. El sombra corrió hacia la calle y se vio en el reflejo de un vidrio, iluminado con un farol. Sus ojos amarillos estaban enormes, tal y como esperaba el coch lo había puesto intenso.
Trisher era un sujeto de casi veinticinco años, delgado y con cabello marrón oscuro corto, mandíbula delgada y cejas gruesas, por alguna razón cuando lo mirabas muy fijamente a la cara en sus momentos de inexpresividad, daba la sensación de ver a los ojos a algún gato en la oscuridad. Trisher corrió más rápido y deseo encontrar alguna persona incauta en la calle, el coch le había causado ganas de devorar memorias.
Los sombras tenían el deseo de ver recuerdos, fundirse en la memoria de su víctima y hurgar. Algunos preferían mirar recuerdos buenos, otros disfrutaban de los malos, y nadie quería ser víctima de un sombra, ya que si le gustaban los recuerdos horrendos, al entrar en la cabeza de la presa, esta reviviría con abrumador detalle esa memoria aterradora. Trisher llego a otro callejón y vio algo raro, una tapa de alcantarilla abierta.
Eso no era normal, el chico se acercó y miro dentro. Al instante se puso blanco y exclamo una maldición.

-¿por qué mierda estoy yendo contigo?-espeto Trixi con voz seca.
-porque yo quiero-devolvió Jean.
Una llamada las había interrumpido justo antes de dormir, tuvo el impulso de dejar plantado al cliente, pero Jean decidió que mejor no manchar su reputación. El sujeto que la solicitaba era dueño de una agencia de festejos y juraba haber visto a un demonio rondando su almacén.
-esto es estúpido-alego su hermana, de brazos cruzados contra la silla del auto-tu sola puedes hacer esto y yo ya quería dormir.
-acepta que mientes, si me hubiera ido otra vez, aun estarías despierta-Jean la oyó resoplar.
 -es cierto-dijo Nanib el demonio adjunto de Trixi, ella resoplo y metió la mano en el bolsillo donde guardaba su alma cristalina.
-tu cállate-le ordeno.
Jean cruzo y se detuvo frente a un enorme garaje, estaba entre abierto y a un lado un viejo hombre yacía contra la pared con aspecto aterrado. Las chicas bajaron del auto y se dirigieron hacia allá.
-¿usted llamó?-pregunto Trixi cuando se detuvieron ante el sujeto.
El las miro de pies a cabeza, como si no pudiera creer lo que estaba ante sus ojos.
-¿son los exorcistas?-pregunto el hombre.
-si….-dijo Jean con una ceja alzada.
Exorcistas era el término que los humanos corrientes usaban para referirse a los pseudodemonios. Desde siempre los pseudodemonios se habían asegurado de que los humanos nunca supieran de su verdadera conexión con el mundo demoniaco, para ellos simplemente eran personas capaces de lidiar con los demonios, no sabían nada más; así que ignoraban el hecho de que los pseudodemonios en realidad eran personas que pudieron asimilar el poder que manaba del área demoniaca y así obtener algunas de las habilidades innatas de sus habitantes, los demonios.
-¿hay algo raro con nosotras?-pregunto Trixi suspicaz.
-ah, no, solo no esperaba chicas-dudo el sujeto al ver la cara de pocos amigos que le dedicaba Jean.
-¿acaso tengo voz de hombre en el teléfono?-escupió ella. El humano se tensó como una viga.
-para nada, solo supuse que era la… secretaria…
-oh en fin-dijo Jean con ojos en blanco-no es mi trabajo juzgar el machismo de nadie, solo dígame donde vio al puto demonio y nosotras nos encargaremos.
-está en el almacén-dijo el tipo atemorizado.
Jean sacó a Gwyrdd y se adentró junto a Trixi, ignorando al dueño del local, en el sitio había miles de sillas, mesas y cajas apiñadas, todo iluminado con una única luz en el techo, de manera que las esquinas eran relativamente oscuras. No veían nada extraño.
-tengo la sensación de que vinimos para nada-dijo la menor de las Wholferd. Ambas daban vueltas en el centro del garaje sin nada a la vista.
-le cobrare por la visita-gruño Jean.
Trixi su alma cristalina, color rojo e invoco con un destello su arma, un par de bagh nakh, de hoja color jade, adornada con relieve y mango color rojo. Las armas espirituales, nacidas del alma cristalina no tenían nombre, debido a que eran técnicamente una extensión del demonio adjunto, así que para referirse a ellas, siempre usaban el nombre de este.
-no gastes a Nanib en esto Trixi, quizás solo sea una alimaña-le propuso Jean.
-lo que yo estoy viendo no es una alimaña-dijo ella tensa, Jean se dio vuelta y siguiendo la mirada de su hermana encontró lo que buscaba.
No era para nada una alimaña, era…
-es un paracito, mierda-se quejó Jean.
El demonio era una enorme masa de algo color rojo carmesí, como plastilina deforme, que había sujetaba dos grandes oses para sostenerse y una máscara de jugador de jockey para ocultar su rostro, solo se podían ver dos ojos negros. Los paracitos eran demonios que por sí solos no representaban amenaza, pero al absorber objetos y/o seres vivos podían usarlos para fortalecerse y adquirir una forma más sólida.
-¡regresa maldito!-grito Trixi.
El paracito salto con sus dos enormes oses y cayó sobre una caja, dio otro salto huyendo por una ventana.
-odio a esas cosas, son muy agiles-dijo Jean al salir corriendo tras el demonio.
Ambas saltaron sobre las cajas y salieron por la ventana al techo del edificio vecino. El paracito brincaba largos intervalos alejándose. Jean pensó que se movía bien para ser un “pedazo de plastilina” como les llamaba, ese paracito solo engendro dos extremidades pero les daba buen uso, el resto de su cuerpo era el cuello y la cabeza, tenían suerte de que aún no hubiera pasado suficiente tiempo para que encontrara más cosas con las que equiparse.
Jean una vez tuvo que luchar contra un paracito que había tomado posesión de una armadura medieval y  una sierra eléctrica, desde ese día dejó de subestimar esos demonios.
-¡vuelve y pelea!-grito Jean disparándole con el revólver sin respiro ni cuartel.
El paracito esquivaba dando saltos impredecibles hasta que decidió saltar al callejón que tenía en frente, Jean no sabía cuanta distancia había recorrido pero no le importaba mucho despertar a la mitad de la ciudad en la persecución. Las hermanas Wholferd saltaron del techo siguiendo al paracito solo para descubrir que había desaparecido por una puerta abierta…
-¿alguien vive ahí?-dijo Trixi preocupada.
-lo dudo, nadie deja la puerta abierta así.
Se aproximaron con cautela, no tenían idea de lo que podría salir. Jean ingreso primero, mirando atentamente a la oscuridad del edificio, solo vio un largo pasillo gastado por el tiempo, paredes descoloridas y suelos con las losas arrancadas.
Ambas avanzaron mirando las habitaciones vacías y corroídas por el tiempo, pero no había señal del paracito. Jean esperando que su hermana la cubriera avanzó a mayor velocidad, vislumbro una escalera al final, pero algo la detuvo, Trixi la sujetó del brazo de un tirón.
-que…
-mira aquí…-dijo la chica con voz rígida. Se refería a la habitación que tenían a la izquierda.
Jean lo hizo y sus ojos se abrieron de par en par. En el cuarto no había nada, salvo un gigantesco agujero en el centro, ambas se preguntaron con temor a donde llegaría.
-esa cosa tuvo que ir por aquí-señalo Jean inquietada al entrar al sitio y pararse en el borde del hueco.
-vamos…. Aún tenemos que liquidarlo-murmuro Trixi sin muchas ganas.
-procura no darle la espalda a nada-aconsejó Jean y con el corazón en la garganta saltó.

No mucho después tocaron el suelo cubierto de un interminable charco, Jean se estremeció ante el repentino frio, Trixi aterrizó a su lado e ilumino con su arma, esta se encendió en rojo y pudieron ver mejor, aunque no mucho, pero lo suficiente para maldecir cuando notaron donde estaban. Alguien había cavado y roto las tuberías, a Jean no le supuso trabajo darse cuenta… todo lo que la rodeaba era tierra escarbada, vio pedazos de tuberías en el piso y otras aun goteantes saliendo de las paredes.
Pero eso no era el verdadero problema, el problema era que ante ella habían docenas enormes huevos color rojo, tan grandes que eran del tamaño de sandias, su textura era liza y a través de sus membrana transparente habían…. Paracitos. Las creaturas aún estaban en plena formación, eran masas sin forma, ni siquiera tenían ojos; los paracitos no tenían estructura específica pero siempre se modelaban de manera que tuvieran extremidades para moverse.
-joder….-dijo Jean atónita.
-¿capullos demoniacos? ¿Qué carajo? ¡Hasta donde yo se los paracitos nunca ponen huevos en este mundo!-exclamo Trixi ahogadamente.
El celular de Jean repico y ella aun anonadada lo contesto.
-¿Jean? ¡¿Dónde estás?! ¡Baje por un vaso de agua y ni tu ni Trixi estaban!-gimió Félix del otro lado de la línea. Trixi la encaró angustiada.
Jeanaún tenía problemas para articular palabra dé la impresión, pero cuando iba a forzarse a hablar algo le llamo la atención. ¡El paracito! La cosa apareció de la oscuridad y salto sobre Trixi, automáticamente Jean le voló la máscara junto con la cabeza usando a Gwyrdd, Trixi miro con la boca colgando como el demonio daba contra la pared, caía al suelo como un muñeco de trapo y se desintegraba totalmente. Jean dio un respingo sudando, pensó que era demasiada emoción para una noche.
-¡¿que fue eso?! ¿Está todo bien?-dijo Félix alterado.
-si….-Jean miro a su hermana-está perfecto.

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