4-Bajo
la superficie
N
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olen Goldman sentado
en la perpetua oscuridad del sótano miro el celular en su mano, esperaba desde
hacía varias horas una llamada, cada día, cada vez que la atendía, algo de
esperanza en su interior se expandía, solo para desinflarse como un mero globo
de fiesta al oír que no había nada nuevo. Cruzo las piernas y se inclinó sobre
sí mismo en el sofá, normalmente cerca de la medianoche siempre estaba ahí,
meditando y esperando ensoñado que la llamada que añoraba desde hacía meses
llegara.
Esta llego, el
teléfono sin hacer sonido se encendió sacándolo de la oscuridad y mostrando en
su pantalla “anónimo” el contacto que esperaba. Nolen sin dudar atención y
espero a que la voz robótica empezara a informar.
-rápido como
siempre, señor Goldman-dijo el sujeto al otro lado del teléfono.
-no quiero rodeos,
dime que sabes-casi exigió Nolen, su frente comenzó a sudar.
El silencio aguardo
un minuto hasta que el sujeto prosiguió, con tono de monotonía.
-nada, ella es como
si no existiera…. Nadie la ha vuelto a ver… jamás.
Nolen hizo un sonido
ahogado en la garganta, la frustración lo atropellaba una vez más, siempre era
lo mismo, ¡nadie sabía nada! Nadie en el mundo podía ayudarlo…
-¿con quienes
hablaste?
-busque en todo el círculo
social que la rodeaba, sus antecedentes, su trabajo, amigos… familia, pero es
inútil.
-no lo digas en voz
alta si sabes cómo está mi psiquis. Escucha, ¿hay algo que no hayas intentado?
-no he hablado con
pseudodemonios, sabes que ellos no tienen empatía por nuestro pequeño grupo….
Nolen entrecerró los
ojos, exhalo antes de arrastrar las palabras en su siguiente oración.
-entonces no te
necesito más, gracias de todos modos.
-pe….
-adiós- colgó y miro
el teléfono por unos segundos, planeando sus próximas jugadas.
Anónimos no podía
hacer nada, su grupo clandestino buscaba información para los que pudieran
pagarla, pero casualmente, ellos evitaban cruzarse con pseudodemonios, eran
como el agua y el aceite. Precisamente cuando Nolen más necesitaba de ayuda.
Un pseudodemonio,
era lo único que aún le quedaba por investigar, necesitaba uno y sabía dónde
encontrarlo. Su intuición había vencido, tenía razón, necesitaría de Jean
Wholferd pronto y Nolen tenía claro cómo sacar de ella todo lo que supiera.
-¿Nolen?-lo llamo
Jessie en las escaleras, sus ojos rojos resaltaban entre la negrura. Algo en
ella se veía frágil y preocupado-¿vas a comer?
Asintió y se tocó la
sien con una mano, guardando el celular.
-claro, ¿ya se
encargaron del intruso?-su voz era casi quebrada.
-Titus ya lo hizo,
debió arrojarlo en algún basurero-explico la semidemonia avanzando hacia
Nolen-¿quién te llamo? Parece que hubieras recibido la noticia de la muerte de
alguien.
-algo así, estoy un
poco mareado, es todo-se levantó y abrazo a Jessie con una fuerza poco usual.
Ella un poco sorprendida le correspondió
Nolen pensaba que si
bien, Jessica ni Jennifer eran realmente sus hermanas, eran lo más cercano que
tendría a ello, no iba a desaprovecharlo. Al ponerla contra su pecho, sentía
que por lo menos algunos pocos siempre estarían de su parte.
-Eres la jefa Jean-la
elogió Angélica mientras le daba un trago a su botella de refresco.
-sí, bueno, valió la
pena-afirmo la chica.
Tras la refriega
volvió a donde Adirael la había esperado, el ángel lo primero que hizo fue
asegurarse de que el kirin estuviera bien, no había dicho una palabra en todo
el camino, como si sus labios estuvieran cosidos, Jean no quiso presionarlo,
aunque en su interior la palabra Azazel se
repitiera una infinidad de veces. Adirael hablaba con el kirin en la parte
trasera del vehículo mientras Jean y Angélica comían en el capó, tuvieron
tiempo de llegar a un puesto de hamburguesas para reclamar el premio.
-la próxima vez
negocia dos hamburguesas, esto me deja corto-aviso Adon, sentado a su lado.
En su forma humana,
el demonio era un chico delgado con grandes ojos verdes, totalmente verdes,
cabello castaño despeinado y tez bronceada. El color de sus ojos era una
película que los cubría en su totalidad, los seres terrenales no podía verlo,
ellos solo verían ojos ordinarios, así que no les preocupaba su extraño
aspecto. Adon dio un mordisco a su comida y hablo con la boca llena.
-¿Angélica tu qué
haces aquí?, sales en todas partes-agrego.
-¿te molesta mi
presencia?-Adon puso los ojos en blanco-porque si es así, debo recordarte que Jean
es una de las pocas chicas de por aquí que es remotamente confiable.
-¿por eso
fraternizas conmigo?-quiso saber la pseudodemonia con suspicacia.
-un poco, ya sabes,
no tengo muchos amigos. Las otras alternativas aquí consisten en gente
energúmena como Adirael o enfermos sexuales como Úrsula….-se estremeció-no creo
que haga falta una gran explicación para mis razones.
-deja a Úrsula a un
lado… ¡tú tienes sexo con Kent joder!-le recrimino Adon arbitrariamente
escandalizado.
-¡hasta cuando con
Kent!-devolvió ella-déjalo estar, él es genial, además de Jean con el sí puedo
comer una pizza sin sentirme incomoda.
-oh lo que sea, no
me importa si te acuestas con los perros callejeros mientras no estés
transmitiendo enfermedades demoniacas a la gente. Por mi puedes divertirte con
Kent todo lo que quieras-dijo Jean sin darle importancia, Angélica volvió a
tomar de su botella.
-por eso me agradas
tanto, ¡eres tan pragmática! Ojala Trixi siguiera tu ejemplo.
-Trixi sigue su
propio ejemplo.
Jean sabía que su
hermana era el tipo de persona que tenía su propia ética, ambas compartían ese
punto. Pero Jean por su parte, no tenía prejuicios, no le importaba nada
mientras no causara daños, así que ser medio puta y/o tener sexo con íncubos
para ella era insignificante, aunque los pseudodemonios consideraran repulsivo
tener sexo con demonios en especial los del tipo de Kent. Trixi tuvo que
superar eso para poder aceptar a Úrsula….
-¿qué
diablos…?-espeto Adon.
Jean oyó una brisa y
acto seguido, se volvió viendo con consternación como el kirin volaba hacia el
cielo oscuro. Maldijo por lo bajo, saltando del capo y corriendo hacia Adirael
mientras volvía el envoltorio de su hamburguesa un ovillo.
-¡bastardo
regresa!-grito ella, la gente del puesto de comida se volvió, pero el kirin
había volado tan rápido que no lo vieron.
-ups-gimió Angélica.
-¿algún
problema?-pregunto Adirael inquietado. Jean lo fulmino con la mirada.
-ahí se fue mi
información, ¡había dicho que el señor de quienes lo capturaron era Azazel!
El ángel demoniaco
puso los ojos como faroles.
-te…
-¿en qué tan grande
problema te has metido Adirael?...-la voz de Jean era fría.
El demonio no
respondió. Por su mirar, ella sabía que era algo grande, debía hacerlo hablar.
-respóndeme, ángel
desplumado.
-¡la verdad no lo
sé!-aseguro el chico agitado-yo solo tenía problemas con un grupo de chicos, es
todo, nunca hice nada contra Azazel en mi vida.
Jean sabía que no
mentía, Adirael parecía sincero, y ella no era fácil de engañar, bufo y se alejó
hacia sus amigos.
-¿Azazel
dijo?-inquirió Angélica perturbada.
-sí-Jean fue directo
al interior del vehículo, subió al asiento del piloto y lo encendió, justo
entonces Adon y la rubia subieron. El demonio se sentó tras Jean-Adon, regresa
conmigo.
El chico asintió y
se volvió una luz verde, luego en un destello desapareció y un brillo centelleo
en el alma cristalina de Jean. Él había vuelto al interior.
Trixi Wholferd veía
la televisión en la sala, Félix llevaba largo rato durmiendo, pero ella aun
esperaba la llegada de Jean, eran las diez de la noche y no había regresado.
Siempre era lo mismo, nunca temprano, aunque sabía que era estúpido, se sentía
obligada a esperar su llegada, sin eso no era capaz de dormir.
Y entonces ella
llegó.
-¿hoy que cosa fea
encontraste para matar?-pregunto Trixi viendo a su hermana pararse junto al
televisor.
-esta vez
familiares, esos pequeños bichos con dientes-respondió ella sonriéndole con
ligereza.
Trixi siempre había
deseado tener algo de la seguridad que Jean irradiaba, era como si nada pudiera
lastimarla. Pero a la vez, sabía que de hecho si podían y por ello nunca dejaba
de preocuparse.
-imagino que te
pagaron algo.
-no fue dinero, pero
me pagaron tu cena, está en la cocina.
Trixi alzo una ceja.
-¿desde cuándo
aceptas comida como pago?
-desde que me lo
ofreció un maldito ángel sexi y arrogante. Si fueras de mi liga lo entenderías.
Trisher resoplo
sentado al borde del edificio, normalmente no salía a esas horas, pero lo había
aceptado solo porque Kent le había ofrecido unos porros de “coch”, una droga
popular entre los demonios y pseudodemonios, era llamada así por el color de su
envoltura. Trisher no era un drogadicto, sabía que no debía consumir demasiado,
volverse dependiente podría costarle caro.
Por otro lado, a
Kent ni parecía afectarle, fumaba y el único efecto visible era su repentino
amor por el peligro, o…. su repentinas ganas de fornicar con lo que tuviera
delante. El coch tenía la mala reputación de intensificar los instintos
primarios del que lo fumara, y por la naturaleza de Kent, Trisher tenía
demasiado claro que una vez drogado debía desaparecer de escena o atenerse a
las consecuencias.
-¿por qué tardaste
tanto?-casi escupió Trisher, cuando vio a Kent saltar desde otro edificio y
aterrizar a su lado con ligereza ejemplar.
-estaba ocupado
esparciendo la corrupción sobre las chicas cercanas-alego el incubo divertido.
-¿cuántas veces al
día piensas en sexo joder?-le pregunto Trisher con suspicacia, Kent se sentó.
-no tengo idea. Pero
no eres nadie para hablarme de “valores”, tu eres un maldito sombra que fuma
coch-le dijo el hombre con naturalidad.
Trisher viro los
ojos mientras Kent sacaba algo de su sudadera.
-solo preguntaba. Los
“valores” son para monjas, sacerdotes e idiotas, esos humanos que se creen todo
lo que los religiosos les vomitan encima-declaro el sombra con voz queda.
Kent le ofreció un
porro, color rojo. Trisher lo acepto y al ponerlo en su boca el incubo le
facilito un fosforo, el sombra lo tomo y usando la superficie donde yacía
sentado lo encendió y uso para prender el coch.
-te apoyo-lo apremio Kent y su mirada fue más
seria al encender su propio coch-¿sabes algo del sujeto muerto en “ojonegro”?
-para nada, sé que
tiendo a asechar personas y hurgar en sus recuerdos, pero no soy un espía-dijo
Trisher soltando una bocanada de humo, joder, se sentía repentinamente vivo,
como un bombillo al ser encendido. Creyó que si se enfrentaba a un demonio
mayor, quizás con un poco de coch pudiera ganar sin ayuda-ese asunto es de la
guardia cadena y lo sabes, ¿por qué debería meterme?
-porque la guardia
cadena no está encontrando un carajo, si siguen así, el próximo podrías ser
tu-le escupió el incubo medio irritado y luego dio otro sorbo al porro-y
además, ¿quién sabe qué sicópata este haciendo esto? Y… ¿por qué?
Trisher se encogió
de hombros.
-¿porque le dio la
gana? Se dé dementes que simplemente matan porque se les antoja.
El incubo lo miro
desde el rabillo del ojo con mala cara.
-probablemente, pero
bajo la superficie hay algo más. Obviamente ni los periódicos ni la guardia
cadena lo dice, los periódicos quizás no lo sepan y la guardia cadena puede que
se sientan muy asustados de admitir su inutilidad.
-¿de qué estás
hablando?-espeto Trisher.
No entendía nada de
lo que hablaba el incubo, pero sus palabras eran muy firmes, no podía estar
mintiendo o jugando.
-se dé demonios y
humanos que desaparecieron así nada más, no sabemos a dónde se fueron.
El sombra sintió una
punzada de nauseas en el estómago.
-¿y?
-no sabemos nada.
Trisher estaba
mirando hacia el callejón a su espalda. El corazón del demonio le retumbo al
darse la vuelta y ver que Kent había terminado su coch y estaba encendiendo
otro, había ansiedad en su mirada, una ansiedad fuera de lo normal. El coch
podía aliviar la tensión y hacerte sentir fuerte, por ello Kent fumaba tan
impulsivamente, sin embargo, causaba algunos efectos secundarios si se tomaba
más de la dosis recomendable. Algunos eran particulares entre los que lo
consumían, pero el principal, que todos presentaban, era que sus instintos
básicos les nublaban la mente.
Trisher temía ser
víctima de los instintos de Kent, así que se levantó, soltó el porro de coch y
lo piso con la suela de su zapato. Kent lo encaro.
-¿pasa algo?
-creo que debo irme,
me siento estresado y no quiero que el sicópata que esta suelto me atrape-dijo
el sombra y salto hacia el callejón.
Mierda, no tomaras mi culo Kent
pensó Trisher al aterrizar en el suelo.
Sabía que Kent no
era gay, pero en su desesperación atraparía lo que tuviera más cerca y lo haría
“suyo”, y Trisher sabía que si eso le sucedía, no podría soportar vivir con la
humillación. El sombra corrió hacia la calle y se vio en el reflejo de un
vidrio, iluminado con un farol. Sus ojos amarillos estaban enormes, tal y como
esperaba el coch lo había puesto intenso.
Trisher era un
sujeto de casi veinticinco años, delgado y con cabello marrón oscuro corto,
mandíbula delgada y cejas gruesas, por alguna razón cuando lo mirabas muy
fijamente a la cara en sus momentos de inexpresividad, daba la sensación de ver
a los ojos a algún gato en la oscuridad. Trisher corrió más rápido y deseo
encontrar alguna persona incauta en la calle, el coch le había causado ganas de
devorar memorias.
Los sombras tenían
el deseo de ver recuerdos, fundirse en la memoria de su víctima y hurgar.
Algunos preferían mirar recuerdos buenos, otros disfrutaban de los malos, y
nadie quería ser víctima de un sombra, ya que si le gustaban los recuerdos
horrendos, al entrar en la cabeza de la presa, esta reviviría con abrumador
detalle esa memoria aterradora. Trisher llego a otro callejón y vio algo raro,
una tapa de alcantarilla abierta.
Eso no era normal,
el chico se acercó y miro dentro. Al instante se puso blanco y exclamo una
maldición.
-¿por qué mierda
estoy yendo contigo?-espeto Trixi con voz seca.
-porque yo
quiero-devolvió Jean.
Una llamada las
había interrumpido justo antes de dormir, tuvo el impulso de dejar plantado al
cliente, pero Jean decidió que mejor no manchar su reputación. El sujeto que la
solicitaba era dueño de una agencia de festejos y juraba haber visto a un
demonio rondando su almacén.
-esto es
estúpido-alego su hermana, de brazos cruzados contra la silla del auto-tu sola
puedes hacer esto y yo ya quería dormir.
-acepta que mientes,
si me hubiera ido otra vez, aun estarías despierta-Jean la oyó resoplar.
-es cierto-dijo Nanib el demonio adjunto de
Trixi, ella resoplo y metió la mano en el bolsillo donde guardaba su alma
cristalina.
-tu cállate-le
ordeno.
Jean cruzo y se
detuvo frente a un enorme garaje, estaba entre abierto y a un lado un viejo
hombre yacía contra la pared con aspecto aterrado. Las chicas bajaron del auto
y se dirigieron hacia allá.
-¿usted llamó?-pregunto
Trixi cuando se detuvieron ante el sujeto.
El las miro de pies
a cabeza, como si no pudiera creer lo que estaba ante sus ojos.
-¿son los
exorcistas?-pregunto el hombre.
-si….-dijo Jean con
una ceja alzada.
Exorcistas era el
término que los humanos corrientes usaban para referirse a los pseudodemonios.
Desde siempre los pseudodemonios se habían asegurado de que los humanos nunca
supieran de su verdadera conexión con el mundo demoniaco, para ellos
simplemente eran personas capaces de lidiar con los demonios, no sabían nada
más; así que ignoraban el hecho de que los pseudodemonios en realidad eran
personas que pudieron asimilar el poder que manaba del área demoniaca y así
obtener algunas de las habilidades innatas de sus habitantes, los demonios.
-¿hay algo raro con
nosotras?-pregunto Trixi suspicaz.
-ah, no, solo no
esperaba chicas-dudo el sujeto al ver la cara de pocos amigos que le dedicaba Jean.
-¿acaso tengo voz de
hombre en el teléfono?-escupió ella. El humano se tensó como una viga.
-para nada, solo
supuse que era la… secretaria…
-oh en fin-dijo Jean
con ojos en blanco-no es mi trabajo juzgar el machismo de nadie, solo dígame
donde vio al puto demonio y nosotras nos encargaremos.
-está en el
almacén-dijo el tipo atemorizado.
Jean sacó a Gwyrdd y
se adentró junto a Trixi, ignorando al dueño del local, en el sitio había miles
de sillas, mesas y cajas apiñadas, todo iluminado con una única luz en el
techo, de manera que las esquinas eran relativamente oscuras. No veían nada
extraño.
-tengo la sensación
de que vinimos para nada-dijo la menor de las Wholferd. Ambas daban vueltas en
el centro del garaje sin nada a la vista.
-le cobrare por la
visita-gruño Jean.
Trixi su alma
cristalina, color rojo e invoco con un destello su arma, un par de bagh nakh,
de hoja color jade, adornada con relieve y mango color rojo. Las armas
espirituales, nacidas del alma cristalina no tenían nombre, debido a que eran
técnicamente una extensión del demonio adjunto, así que para referirse a ellas,
siempre usaban el nombre de este.
-no gastes a Nanib
en esto Trixi, quizás solo sea una alimaña-le propuso Jean.
-lo que yo estoy
viendo no es una alimaña-dijo ella tensa, Jean se dio vuelta y siguiendo la
mirada de su hermana encontró lo que buscaba.
No era para nada una
alimaña, era…
-es un paracito,
mierda-se quejó Jean.
El demonio era una
enorme masa de algo color rojo carmesí, como plastilina deforme, que había
sujetaba dos grandes oses para sostenerse y una máscara de jugador de jockey
para ocultar su rostro, solo se podían ver dos ojos negros. Los paracitos eran
demonios que por sí solos no representaban amenaza, pero al absorber objetos
y/o seres vivos podían usarlos para fortalecerse y adquirir una forma más sólida.
-¡regresa
maldito!-grito Trixi.
El paracito salto
con sus dos enormes oses y cayó sobre una caja, dio otro salto huyendo por una
ventana.
-odio a esas cosas,
son muy agiles-dijo Jean al salir corriendo tras el demonio.
Ambas saltaron sobre
las cajas y salieron por la ventana al techo del edificio vecino. El paracito
brincaba largos intervalos alejándose. Jean pensó que se movía bien para ser un
“pedazo de plastilina” como les llamaba, ese paracito solo engendro dos
extremidades pero les daba buen uso, el resto de su cuerpo era el cuello y la
cabeza, tenían suerte de que aún no hubiera pasado suficiente tiempo para que
encontrara más cosas con las que equiparse.
Jean una vez tuvo
que luchar contra un paracito que había tomado posesión de una armadura
medieval y una sierra eléctrica, desde
ese día dejó de subestimar esos demonios.
-¡vuelve y
pelea!-grito Jean disparándole con el revólver sin respiro ni cuartel.
El paracito
esquivaba dando saltos impredecibles hasta que decidió saltar al callejón que
tenía en frente, Jean no sabía cuanta distancia había recorrido pero no le
importaba mucho despertar a la mitad de la ciudad en la persecución. Las
hermanas Wholferd saltaron del techo siguiendo al paracito solo para descubrir
que había desaparecido por una puerta abierta…
-¿alguien vive
ahí?-dijo Trixi preocupada.
-lo dudo, nadie deja
la puerta abierta así.
Se aproximaron con
cautela, no tenían idea de lo que podría salir. Jean ingreso primero, mirando
atentamente a la oscuridad del edificio, solo vio un largo pasillo gastado por
el tiempo, paredes descoloridas y suelos con las losas arrancadas.
Ambas avanzaron
mirando las habitaciones vacías y corroídas por el tiempo, pero no había señal
del paracito. Jean esperando que su hermana la cubriera avanzó a mayor
velocidad, vislumbro una escalera al final, pero algo la detuvo, Trixi la
sujetó del brazo de un tirón.
-que…
-mira aquí…-dijo la
chica con voz rígida. Se refería a la habitación que tenían a la izquierda.
Jean lo hizo y sus
ojos se abrieron de par en par. En el cuarto no había nada, salvo un gigantesco
agujero en el centro, ambas se preguntaron con temor a donde llegaría.
-esa cosa tuvo que
ir por aquí-señalo Jean inquietada al entrar al sitio y pararse en el borde del
hueco.
-vamos…. Aún tenemos
que liquidarlo-murmuro Trixi sin muchas ganas.
-procura no darle la
espalda a nada-aconsejó Jean y con el corazón en la garganta saltó.
No mucho después
tocaron el suelo cubierto de un interminable charco, Jean se estremeció ante el
repentino frio, Trixi aterrizó a su lado e ilumino con su arma, esta se
encendió en rojo y pudieron ver mejor, aunque no mucho, pero lo suficiente para
maldecir cuando notaron donde estaban. Alguien había cavado y roto las
tuberías, a Jean no le supuso trabajo darse cuenta… todo lo que la rodeaba era
tierra escarbada, vio pedazos de tuberías en el piso y otras aun goteantes
saliendo de las paredes.
Pero eso no era el
verdadero problema, el problema era que ante ella habían docenas enormes huevos
color rojo, tan grandes que eran del tamaño de sandias, su textura era liza y a
través de sus membrana transparente habían…. Paracitos. Las creaturas aún
estaban en plena formación, eran masas sin forma, ni siquiera tenían ojos; los
paracitos no tenían estructura específica pero siempre se modelaban de manera
que tuvieran extremidades para moverse.
-joder….-dijo Jean
atónita.
-¿capullos
demoniacos? ¿Qué carajo? ¡Hasta donde yo se los paracitos nunca ponen huevos en
este mundo!-exclamo Trixi ahogadamente.
El celular de Jean
repico y ella aun anonadada lo contesto.
-¿Jean? ¡¿Dónde estás?!
¡Baje por un vaso de agua y ni tu ni Trixi estaban!-gimió Félix del otro lado
de la línea. Trixi la encaró angustiada.
Jeanaún tenía
problemas para articular palabra dé la impresión, pero cuando iba a forzarse a
hablar algo le llamo la atención. ¡El paracito! La cosa apareció de la
oscuridad y salto sobre Trixi, automáticamente Jean le voló la máscara junto
con la cabeza usando a Gwyrdd, Trixi miro con la boca colgando como el demonio
daba contra la pared, caía al suelo como un muñeco de trapo y se desintegraba
totalmente. Jean dio un respingo sudando, pensó que era demasiada emoción para
una noche.
-¡¿que fue eso?!
¿Está todo bien?-dijo Félix alterado.
-si….-Jean miro a su
hermana-está perfecto.
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